martes, 29 de noviembre de 2011

Tribu Datoga

Tras nuestra experiencia con los cazadores visitamos la tribu de los Datoga cerca del Lago Eyasi. Esta gente se dedica a comerciar con el metal que moldean artesanalmente haciendo pulseras, cubiertos, puntas de flecha y lanzas, pendientes, etc...La efectividad de sus puntas de flecha ya la hemos visto demostrada con los arcos de los cazadores y el método es totalmente artesanal, con un fuelle funden el metal en el suelo enterrado con tierra y luego en moldes rudimentarios dan la forma a lo que quieren conseguir a golpe de martillo y cincel.




Es impresionante ver como graban las cenefas en las pulseras de bronce con una perfección que asusta a las manos más temblorosas. Con los dedos y pies se apañan para todo, sin un banco de trabajo más que un trozo de hierro, van labrando dibujos y forjando formas a destajo.
Mientras tanto las mujeres se encargan, coo la mayoría de las africanas rurales, de buscar y preparar la comida, cuidar a los niños y otras tantas cosas que no vemos pero seguro hacen. Nos dejan m oler algo de maiz con el que luego preparan su alimento básico. La casa no deja de ser una cabaña de barro y troncos.


Damos el dia por terminado con la tribu datoga, pues nos queda un largo recorrido en coche hasta Taranguire donde esperamos ver gran cantidad de Bao-Baos y elefantes. En nuesta cabeza quedará siempre la manera de vivir de estas gentes que hacen reflexionar a uno mismo en lo que realmente se necesita para ser feliz.


Próxima parada, Taranguire!!!!

martes, 8 de noviembre de 2011

De caza con la tribu Hazabe

Hay dias en los que madrugar tiene un aliciente especial. Tal dia como ese fué aquel en el que fuimos de caza con la tribu Hazabe. Dejando atrás el hotel en el que habíamos estado solos toda la noche únicamente con el personal que trabajaba allí, marchamos hacia sus tierras cerca del lago Eyasi por la polvorienta carretera que vagamente iluminan los faros de nuestro todo terreno en la oscuridad del amanecer.
La carretera no tarda en ponerse más dura que nunca con piedras enormes procedentes de los rios que se desbordan en la época húmeda. Las puertas parecen abrirse a cada bache que pasamos pero vamos disfrutando del paisaje lleno de casas de barro en un lugar remoto, lejos de la carretera de asfalto y donde tansolo se llega para algo, nunca de paso. Tras recoger al guía que habla la lengua de los Hazabe nos metemos en una especie de camino campo a través en busca de los cazadores. En esta zona si que no hay demasiados turistas, sólo vimos una coche por allí. Al fin el coche se detiene en una descampado en un alto donde aparentemente no hay nadie. Esperamos dentro del coche hasta ver qué pasa y no tarda en verse movimiento entre los arbustos. Sí, son la tribu!!
Bajamos del coche con la indecisión que provoca el no saber qué hacer y nos dirijimos hacia su campamento.



Pronto descubrimos que esta tribu se compone mayoritariamente de hombres de baja estatura, seguramente provocado por la alimentación basada en lo que cazan, que suelen ser pájaros y algún animal cuadrúpedo de vez en cuando y si hay suerte. Se acinan alrededor de una hoguera comiendo algún pajarito y afilando sus flechas. Llama la atención el que la marihuana se huela en el ambiente, ya que los más jovenes se hinchan a fumar de unas pipas de piedra artesanales de las que no sacan demasiado humo porque se lo tragan como señal de hombría, lo que explica que se levanten con arcadas. Lo más gracioso es que los mismos que fuman son aquellos con los que vamos a cazar nosotros y tras comprobar que las flechas estan más que afiladas no es ningún consuelo.
Rápidamente y casi sin avisar se levantan de la hoguera dejando sus pipas y cogiendo los arcos corriendo a través del campo entre arbustos y piedras afiladas que sortean con sus pies descalzos.


Seguirlos resulta a veces imposible y los perdemos de vista más de una vez pero el guía se comunica con ellos a través de silvidos a los que todos responden para conocer la posición de cada uno y no encontrarse con alguna flecha perdida. Nosotros no silvamos pero perdemos la vista intentado ver algo que no nos atraviese el espinazo. Los perros fieles a sus amos les persiguen allá donde vayan.



Entre niños corriendo y flechas volando llegamos al río donde se abre un poco más la vegatación y podemos ver cómo esta gente avanza deprisa en busca de algo que cazar. El día es soleado pero con viento lo que se agradece porque se entra en calor rápidamente.

Casi perdemos la esperanza de ver cazar algo cuando de repente surge de entre los arbustos el que parece mayor de todos con una flecha atravesada en un pájaro que todavía aletea. El rostro del chico denota alegría y orgullo de enseñarnos la captura y posa pacientemente para que le saquemos alguna foto mientras el pájaro ultima sus últimos instantes antes de que el cazador lo remate con otra flecha a golpes, cruel pero necesario.


Los cazadores siguen corriendo incansables en busca de más presas y nosotros intentando perseguirlos. Ya casi de regreso hay otra captura siendo ésta la última de la jornada y con lo que regresamos al campamento tras la rápida caminata. Hablando con el guía descubrimos que el más alto de los cazadores tiene 25 años mientras que los otros dos más bajos tienen 18 cada uno, no hay más que mirar una de las fotos para sorprenderse.


Al regresar al campamento podemos ver a las mujeres elaborando pulseras que luego cambiaran por otros objetos en la ciudad y su forma de vivir, que cuesta creer pero que es cierto, viven entre los arbustos.




Los hombres nos invitan a encender el fuego con una madera frotada con las manos, algo muy cotidiano para ellos que lo hacen con una enorme facilidad. Otros afilan las flechas o las fabrican, otros comen algo, otros fuman hierba, otros tocan una especia de guitarra casera pero todos alrededor del fuego. Su piel está muy curtida, llena de arañazos con las señales de vivir entre los arbustos y andar siempre por el suelo. Como camisa emplean una piel de animal seca de dudosa comodidad y algunos llevan ropas occidentales seguramente fruto de alguna donación.



Por último deciden enseñarnos la danza típica de la tribu y se levantan la mayoría de ellos disponiéndose en círculo y repitiendo unas frases con componen una canción muy tribal y que bailan de manera anárquica pero con un cierto orden. Al final acabamos bailando con ellos y riedo juntos para terminar una mañana inolvidable de caza.



Antes de irnos decidimos dejarles como regalo unas prendas de ropa de nuestra escasa mochila. La mejor imagen es ver cómo se quedaron saltando de alegría con las camisetas puestas y riendo mientras nos alejábamos en el coche.




jueves, 13 de octubre de 2011

La primera noche en la tienda del Serengeti fue especial. Tener los lujos de los que disponíamos allí en mitad de la nada era extraño para nuestra opinión de lo que era hacer camping. Una tienda, la primera, que era el comedor reunía a todos los campistas para cenar y desayunar entre risas y conversaciones de viajes y aventuras varias. Entre los compañeros encontramos una buena compañía con los que compartir nuestra estancia y coincideremos más tarde con Susana y Ruben en Zanzíbar.

 Secretaria
Tras una ducha reparadora en la tienda con el sistema que veis en la foto, en la que se llena el cubo de agua con una ezcla de agua fría y caliente hasta encontrar el punto de temperatura adecuado, empezamos el safari de hoy. El día amanece con una temperatura agradable pero que obliga a ponerse algo largo. Tras el desayuno cogemos el land rover y no tardamos en encontrarnos con el primer león que descansa tras una noche de caza seguramente movida.









Por tratarse de la parte más al Norte del Serengeti podemos ver mayor cantidad de ñus que en cualquier parte del parque, ya que éstos se desplazan hacia el Masai mara que está en Kenia. Estos animales tienen un don único para detectar las lluvias ya que las migraciones se producen en busca del agua. Tal es así que son capaces de retrasar los partos durante el tiempo necesario para que entren las lluvias y así poder alimentar a las crias con total garantia. Nosotros nos hartamos de ver tanto ñu hasta el punto de ni siquiera hacerles caso cuando alguno se cruzaba al lado del coche.

 dama de roca

El resto de la mañana discurre de manera más bien monótona ya que descubrir algo que todavía no hayamos visto es muy complicado pero por la tarde nos topamos con un gran macho de león que descansa bajo unos arbustos. Paramos el coche pero parece no hacernos ni caso mientras nosotros hacemos apuestas para ver quien es el afortunado que se baja del coche para despertarlo entre bromas. Al final una piedra es la responsable de hacer levantar a león de manera muy rápida y de esta manera lo vemos correr tan rápido como puede, con lo que quedamos sorprendidos y sintiéndonos afortunados de estar dentro del coche a salvo de sus garras.

 Ya en el ocaso detenemos el coche a la espera de ver caer el sol en el horizonte esperando encontrar los famosos tonos anaranjados que produce la puesta de sol en estas tierras. La verdad es que no vemos los tonos que esperábamos porque hay algunas nubes que frustran nuestras expectativas pero aún así disfrutamos el momento entre tanta calma, a solas en lo alto de una loma, asomados al techo del coche.


Ya en el campamento se hace de noche y hacemos alguna foto nocturna esperando la cena que no tarda en llegar tras la ducha calentita, que se agradece como nunca para quitar el acartonamiento del pelo y el cansancio del día. El cielo en el serengeti esa noche se presentaba tan despejada que se podía apreciar tantas estrellas como en lo alto de una montaña en los Pirineos, con la vía láctea tan definida como pocas veces la hemos visto. Todo esto mezclado junto con el sonido de los animales que por allí pululan convierten la noche e una situación magica. Esa noche en la tienda somos menos personas pero lo pasamos genial entre risas y cervezas, aprovechando la mayor confianza entre los compañeros. Contamos nuestras historias y nos aventuramos a salir a echar una meadita a la tienda. Esto parece una tontería pero ir 200 metros en oscuridad con una linterna de poco alcance hasta entrar en la tienda produce una sensación de miedo extraña, sabiendo que estamos rodeados de animales dispuestos a echarse algo a la boca.

 Al día siguiente toca abandonar el campamento para ir a otro sitio, pero antes seguiremos de safari todo el día por el Serengeti. De buena mañana encontramos los restos de los animales que no han podido escapar a las garras de los depredadores y estan siendo presa de los carroñeros. Los buitres y la yenas se encargan de terminar con lo que los grandes felinos no han podido o querido comer.






 A media mañana vamos a una gran charca donde hay gran cantidad de hipopótamos tomando su particular baño, entre sus excrementos y aguas fétidas. Es muy gracioso ver como asoman los ojos por encima del agua ignorando la gran mole que se esconde sumergida. Entre tantos machos podemos observar ciertas peleas con grandes colmillos de por medio en una boca tan grande que podría alberga dentro un animal mediano entero.


 Ya terminando el día en el Serengeti nos encontramos a una manada de elefantes que se desplazan a beber al río en fila india. Al encontrarnos con ellos podemos ver como los ruidos que emiten son propios de una gran camión y también podemos ver como los grandes protege a los pequeños interponiéndose entre los coches y las crias con postura amenazante.
Para despedirnos del Serengeti tenemos el premio deseado, una leona posada en una roca cerca de la pista. Detenemos el coche tan cerca como podemos y le sacamos muchas fotos ante la impasibilidad del animal que nos mira de vez en cuando con una mirada que asusta.


El Serengeti acaba para nosotros pero vamos de camino a otra aventura. Nos esperan las tribus con las que iremos a cazar y estamos impacientes, de momento nos queda medio día de camino por la carretera bacheada de siempre.