jueves, 8 de septiembre de 2011

I want to ride my bicycle!!!

Ya lo dijo Mercury en su canción y es que la bicicleta es un elemento esencial en la vida de los africanos, pues a lo largo de este viaje hemos visto inmensidad de ellas usadas como medio de transporte habitual, tanto para transportar agua o trasladarse a los nucleos de población cercanos, o simplemente como ocio, como nosotros. Tras el safari alquilamos unas bicis en el poblado cercano al lago Manyara con la idea de acercarnos a la horilla del lago y hacer una pequeña excursión. Quién iba a decirme a mí que montaría en bici por África!!
Algo que siempre me impresionó de África fue la gran cantidad de pistas de tierra que hay fuera de la única carretera de asfalto que lleva a las principales ciudades. Sé que esto haría las delicias de un aficionado al mountain bike, pero no tengo mi Niner 29" para darme un homenaje, por lo que tengo que conformarme con mi bici alquilada chirriante, lo cual es toda una aventura. Esperando llegar con la bici de una pieza empezamos la ruta hacia el lago Manyara sorteando baches y saludando a la gran cantidad de niños que juegan frente a sus casa y que nos gritan Jambo una y ota vez a nuestro paso, esperando una respuesta que rápidamente damos de buen agrado.
 
El paisaje esta invadido por bananos, dando un aspecto muy tropical. El rojo de la tierra y el verde de las ramas se funden en una luz especial, de repente estamos metidos en otro ambiente lejos del barullo de la ciudad y el griterio de los comerciantes. Los niños no dejan de aparecer, el de la foto pedalea entre el cuadro de la bicicleta para poder llegar a los pedales, otros llevan montones de ramas en el trasportín, otros simplemente se detienen a vernos pasar, otros incluso nos dan la mano o manotazos, pero disfrutamos del trayecto entre bananas, acacias y campo. No tardamos en llegar a una gran llanura que se abre hacia el lago, de aguas saladas, lo cual confiere un aspecto blanco por la sal que queda del agua evaporada pareciendo de lo lejos una manta blanca.
 
 
Al lado del camino, que a veces deja de estar muy definido, encontramos gran cantidad de ñus, gacelas y animales con los que compartimos espacio, rezando no encontrarnos con ningún tipo de estampida, porque no hay precisamente vayas protectoras.
 
Llegamos a la horilla del lago y pisamos una mezcla de barro, sal, mierda de flamenco y una especie de algas que comen estas aves. El olor no es del todo agradable pero se soporta bastante bien. Al fondo se observa una mancha rosa que avanza poco a poco hacia nosotros con un gran estruendo de chapoteos y aleteos de manera incesante. Nos detenemos a escucharlo y a esperar la llegada de los flamencos mientras hacemos fotos y nos relajamos un rato. Las barcas de los pescadores se estancan en las orillas secas a la espera de una crecida, aunque en el lago no debe haber muchos peces que digamos.
 
La vuelta del lago a la ciudad la hacemos de forma pausada, disfrutando del trayecto, de nuevo las acacias, los niños, los chirridos, en definitiva, una buena experiencia pedaleando entre bestias.


2 comentarios:

Miriam dijo...

Quina excursió més divertida!! I ara que pense (perque allí no ho vaig pensar), si se li aplega a creuar un cable a algun nyu o cebra i arranca a correr cap a nosaltres, qué haguerem fet? Perque jo no pedalege tan depresa...Jajaja!!!
Encara que alguns xiquets eren pitjor, perque la que em va pegar la palmada al braç...vaig tindre la mà marcada mitja vesprada, jeje!!

josetxu dijo...

La foto del niño con la bici es espectacular, ¿pudistéis probar una de esas? pesan un quintal, casi como una persona, parece mentira que los chiquillos puedan conducirlas!!!