De nuevo emprendíamos un nuevo destino, esta vez dirección al Serengeti, al cual accedemos de otra vez por las puertas del Ngorongoro, las cuales conocemos al dedillo porque este dia rompimos de nuevo el coche nada más empezar el viaje. Esta vez le tocaba al turbo. Se rompió el manguito de goma y se escapaba el aire, haciendo quedar al Land Rover en unos pocos caballos de potencia, que no servirian para subir las empinadas cuestas del volcán, así que nos esperamos un rato hasta que Jovin, el conductor, arreglaba el coche en apenas una hora escasa, para nuestra sorpresa.
De nuevo toca subir la carretera de tierra llena de baches y rodear al volcán dirección a Serengeti, que significa llanura sin fin, como más tarde verificaríamos. El P.N. de Ngorongoro es el único habitado por Masai dentro de los límites del parque, por lo que se pueden ver de vez en cuando pastando sus ganados, por ello no es raro encontrarse con muchos a lo largo del camino, así como poblados o cabañas aisladas en las extensas tierras que atravesamos.
La carretera se hace dura, sobretodo porque los coches deben ir bastante rápido para poder disimular los baches con la velocidad. Esto al principio incomoda un poco porque los coches van derrapando de atrás demasiado para el gusto del coche que llega de frente, teniendo la sensación siempre de chocar en cualquier momento y tener un disgusto, que los hay y tuvimos oportunidad de ver. La carretera es laaarrrrga y tardamos un rato en llegar a la llanura que da lugar al serengeti. Los masai van apareciendo de cualquier lado y viendo las distancias que hay parece mentira que anden tanto para llegar hasta un destino concreto allá donde haya humanidad.
Por fin llegamos a un poblado Masai donde nos detenemos y bajamos rápidamente para aliviar nuestras posaderas un rato. En seguida vienen a vernos unos Masai hablando un inglés bastante aceptable. De repente sale toda la tribu y se disponen a hecernos una danza de bienvenida en la que, como vereis, no tardo en verme envuelto para saltar con ellos.
Sus gritos son muy básicos, no cantan letra alguna, simplemente un grito muy grave y unos saltitos hacia delante mientras caminan en fila dando vueltas. He de reconocer que tampoco se me daba muy mal dar saltos, así que tuve la sensación de ser retado por más de uno...por supuesto paré al rato de estar saltando como una sepia en una sartén y fuimos a ver a las chicas que tampoco se salvan.
Allá iba Miriam a dar saltitos. Mucho más pequeños esta vez y a juzgar por estas caras no debía dársele muy bien, jejejeje!! Bromas aparte, pasamos un buen rato riéndonos unos de otros por vernos en la situación.
Tras los bailes pasamos dentro del poblado, acotado por ramas apiladas que albergaban en su interior las famosas cabañas de paja y barro donde viven. Entramos en una y pudimos comprobar la estrechez que tenian. Allí había una mujer durmiendo con su hija pero aún así hicimos fotos empujados por nuestro guía Masai, que estaba allí dirigiendo el cotarro. La gente se reunía junto a las cabañas para elaborar los miles de collares y tallas que tenian para vender en el interior del poblado, colgados en una cañas en el mismo centro de todo.
Tras una larga charla con el Masai y sus hábiles métodos para vendernos collares y negociar sus precios, visitamos la escuala del poblado donde hay unos 25 niños sentados en maderos, que hacen las veces de mesa y que cantan una canción de bienvenida al unísono.
Esta era la primera visita a un poblado tribal y salíamos encantados dirección al Serengeti donde nos esperaban dos dias de intenso safari y noches en la sabana con una tienda de campaña.
4 comentarios:
Xe! Com que no se m'adonava be el ball!! Ho vaig fer perfecte, jeje!!
Ai, has possat fotos de la meua xiqueta, me l'haguera portat a casa...La seua cara i sobretot la mirada se me va quedar clavada.
Aah! I menudo careto tinc en la primera foto!!
Brutal!!! menudos saltos. De algo te tenia que servir el ser haevy...
En el heavy también hay amor, como dirian los Gigatron!!!
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