lunes, 9 de enero de 2012

Camino hacia Taranguire, el templo del Bao-bab

Tras despedirse de la gente del lago Eyasi ponemos rumbo al parque en el que haremos el último safari, el Taranguire, donde nos han asegurado que veremos cientos de los míticos y milenarios bao-babs. La carretera se hace pesada, ya que tenemos un par de horas como mínimo en el destartalado todoterreno al que tanto cariño estamos pillando. La hora de comer se acerca y la parada de rigor la hacemos en el único lugar donde paramos en todo el viaje. Resulta ser una nave enorme llena de tallas de madera, cuadros y vendedores plastas que piden una fortuna por cualquier cosa, pensando que somos americanos o tenemos el mismo poder que ellos.
De camino nos vamos encontrando con el bullicio que se forma junto a la carretera con los mercados y puestecitos curiosos que la gente se monta pero que dificilmente atienden, ya que la mayoría se tumben a la sombra o charlan tranquilamente con algún personaje cercano.




Por la carretera es curiso ver los arremolinamientos que produce el viento fomando pequeños tornados que se agitan rápidamente y desaparecen de repente. El resto del trayecto lo pasamos tumbados con la espalda retorcida entre los asientos del 4x4 con posturas dignas de un contorsionista.
No tardamos en llegar al Taranguire, un parque al que no acuden muchas personas porque no es tan espectacular como el Serengueti ni tiene tanta cantidad de animales, pero almenos se pueden contemplar gran cantidad de bao-bab, algunos con huecos donde caben los elefantes donde se escondian hace tiempo por culpa del acoso de los cazadores. Por ello tienen mala reputación aquí los elefantes. Tras visitar el centro de interpretación, algo descuidado del parque, nos adentramos por las pistas polvorientas esperando no encontrar demasiada mosca tse-tse, ya que aquí dicen que hay mayor concentración de moscas que en cualquier parque.
Época húmeda
Época seca
El paisaje es más arbolado pero sin dejar de ser seco, todo amarillento y con animales dispersos y pocas manadas, pero vamos disfrutando de las retocidas formas de los bao-bab que dan un aspecto tenebroso pero encantador a estos árboles. Las cortezas están roidas completamente hasta donde llega los elefantes y no observamos brotes jóvenes porque este árbol es un manjar ellos, solamente vemos árboles jóvenes fuera del parque.











Al final del día solo deseamos llegar al hotel del que tenemos muchas espectativas, ya que dormiremos en mitad de la sabana, entre los animales!!

1 comentario:

Miriam dijo...

Per fi més fotos d'Àfrica!!! Ja queda menys!!!