jueves, 26 de enero de 2012

El último safari

La última noche en plena sabana rodeado de animales y en una cabaña, que mostraba rastros de haber sido deborada en el techo por un elefante, pasamos la noche en el mejor hotel, en nuestra opinión, de los que hemos estado en África. Al entrar la recepcionista nos advierte de no ir a la cabaña solos una vez caiga el sol ya que corremos el riesgo de ser atacados por algún animal que pululan por allí, tal es así que de camino a nuestra cabaña un masai, que nos acompaña, nos va señalando las huellas de leonas en la arena. 
Por la noche, al abandonar el comedor tras la esperada cena, llamamos al masai para que nos acompañe y vamos mirando a todos lados durante todo el trayecto. Yo me clavo la espina de una acacia, que me atraviesa la chancla como la mantequilla y se me clava en el pie provocándome un dolor muy molesto durante un par de dias.
Al día siguiente nos espera nuestro último safari en este viaje para seguir el viaje a los pies del Kilimanjaro.

 La mañana se presenta algo más fresca, estamos más solos que en el resto de parques, ya que aquí no acuden tanto los turistas pero tenemos el encanto de la soledad. Los animales pacen tranquilamente tumbados mientras nosotros recorremos el polvoriento camino un poco aburridos ya de tanto safari. Llegamos a un mirador en lo alto del río donde nos encontramos un grupo que pliega un globo aerostático y paramos a ver las vistas. La verdad es que ver desde el aire estos parajes es algo con lo que nos quedamos con las ganas de hacer.


 Tras media mañana recorriendo el parque los avistamientos no son tantos como esperábamos, así que nos vamos de allí para poner rumbo a Moshi. Saliedo del parque nos encontramos con un niño que intenta vendernos las semillas del bao-bab, que emplean como golosinas mezclándolas con algo dulce. Recogemos un fruto y tras romperlo con bastante esfuerzo comprobamos cómo el el interior. Algo duro para lo que estamos acostumbrados pero es lo que hay.

 A medio día llegamos de nuevo a Arusha para recoger algunas cosas de la agencia y marcharnos a Moshi. Al entrar en el nucleo urbano nos encontramos con el bullicioso mercado y el tráfico terrible que inunda las calles, aún así la fluidez no es tan lenta como parece, a pesar de tener únicamente dos semáforos en toda la ciudad para unas 150.000 personas.

El resto del viaje descansamos hasta esperar llegar a ver el monte Kilimanjaro, que se encuentra la mayoría de las veces tapado por la niebla.

3 comentarios:

Miriam dijo...

Oh, yeaaa!

Anónimo dijo...

I love it!!

Anónimo dijo...

Que pasada de fotos!!!!