Landmannalaugar; los restos calientes de la Tierra.

Como bien indica el título de la entrada Landmannalaugar significa los restos calientes de la Tierra y es que este paraje de gran belleza se caracteriza por los grandes campos de lava, los colores de las montañas; amarillos, rojizos, verdes, azules, blancos, marrones y por las formaciones rocosas y fumarolas que inundan el lugar. 

Para acercarse a Landmannalaugar hay que atravesar una carretera de piedras y grava no apta para nuestro vehículo de alquiler, así que compramos unos billetes de autobús, que increiblemente sí puede circular por allí (y de qué manera). Atravesando canchales, rios y campos de lava llegamos a nuestro destino, una gran explanada donde nada más bajar del autobús uno se da cuenta que aquel lugar tiene algo de mágico y por ello una gran cantidad de personas acampa en el área reservada para pasar la noche.

Como el viaje de autobús tiene un tiempo limitado y no queremos pasar la noche al raso o vivaqueando con lo puesto decidimos bien la ruta para hacer en el tiempo del que disponemos, así que decidimos subir el pico más alto de la zona. Pronto empezamos a divisar las panorámicas que nos ofrecen las alturas y la empinada senda de arenilla y piedras sueltas parece empinarse por momentos discurriendo por la marcada arista de la montaña. Los colores de las montañas resaltan cuando el sol las ilumina y una gran variedad de tonalidades va apareciendo dependiendo de la intensidad de luz.

A medida que subimos el paisaje se magnifica alargándose el terreno hasta más alla de donde alcanza nuestra vista, lo que aporta una gran sensación de aislamiento una vez perdemos de vista el campamento. La arista nos deja en el primer collado donde paramos a descansar de la primera subida y admirar las vistas. Desde allí observamos la serpenteante senda que asciende al pico por donde baja un grupo en hilera cubriéndose del viento racheado que sopla con fuerza.

La última cuesta se hace empinada pero sin apenas darse cuenta nos deja en la cima donde encontramos a un grupo de catalanes que se dispone a bajar. Dedicamos unos minutos a hacer fotos, videos y disfrutar de las vistas de 360º del terreno. Al fondo y miremos donde sea se ven montañas multicolor, fumarolas, antiguos volcanes y campos de lava que desvelan una gran actividad volcánica.

El descenso se realiza por la otra cara de la montaña, en dirección opuesta a la de subida y desde lo alto podemos ver la empinada cuesta de piedras que auguran unos resbalones tremendos por lo que bajamos casi corriendo para no tener que retener demasiado nuestro peso y patinar menos lo que nos da buenos resultados a la vez que velocidad porque sin apenas enterarse estamos casi bajo buscando la senda de bajada entre las piedras.

Los tonos ocre de las montañas son impactantes y pronto nos encontramos en el fondo del valle intentando deslizarse por las empinadas rampas de arena de la falda de la montaña y atravesar el río sin mojarse los piés haciendo alguna pirueta que otra.

El otro lado del río nos desvela un campo de tierra fértil cubierta de un manto de hierba de un verde intenso y acto seguido un una lengua de lava en la que nos adentramos siguiendo las estacas que marcan el recorrido entre multitud de rocas. Estas rocas actuan como una verdadera lija y muestra de ello lo dan las zapatillas, que al final del recorrido estaban raspadas como con una lija. En un extremo de la lengua de lava emanaban unas fumarolas que nos dejaban el tan peculiar aroma a huevos podridos pero por suerte íbamos en dirección opuesta.

Con el horario apretando la marcha llegamos de nuevo al punto de inicio, donde podemos descansar un rato comiendo un poco y visitando las termas naturales que hay al lado del campamento. Con ganas de pegarse un bañito nos tenemos que ir de vuelta a coger el autobús regresando por una nueva carretera que nos desvela unos paisajes espectaculares y un trayecto al más puro estilo 4X4...pero en autobús.